Yuquiabe Romero
Mario Alavez
El antro estaba atestado de gente, las luces intermitentes y la música a todo volumen, hacía un ambiente perfecto para mí, perdido en el anonimato, caminando sin detenerme entre la gente, siendo golpeado sin intención, derramando charquitos de vodka por todo el lugar.
Quería perderme en alcohol, quería dejar de saber de mi vida, al menos por el fin de semana, no tenía idea de cómo regresaría a mi casa, no sabía siquiera si podía dejar de beber.
La noche transcurría entre fantasmas multicolor, gente que bailaba, que ligaba, entraban y salían del baño, gente con los ojos perdidos, medianamente ebrios, que balbuceaban, peleaban con el aire o reían sin razón alguna.
El aire comenzaba a ser vicioso. Otro más. ¿cuántos van? Ya no sé, todo se nubla, los fantasmas ahora son amorfos, las luces son más intensas y más veloces, siento nauseas.
¿Sigues conmigo? Me preguntó Julio, el confidente desconocido detrás de la barra, el que sabe todas las historias, el psicólogo que se conforma con cien pesos de propina.
Si, si, dije manoteando torpemente, mientras hacía la seña de que me sirviera otro, mientras él se negaba yo insistí y le puse el dinero en la mesa, lo tomó y me sirvió el trago siguiente.
Me estaba gastando la mitad de mi liquidación en alcohol y no era siquiera la una de la mañana, estaba desesperado, abandonado, ni siquiera podía llorar, me sentía vacío.
Tuvieron que sacarme a rastras del bar, entre el suelo mojado, el mismo Julio me pidió un taxi.
Pasó más de media hora y por fin se detuvo uno, en el que por su apariencia, un carro casi destartalado, un Sedán de esos que ahora escasean en la Ciudad de México, pero que aún seguía andante, a paso lento pero constante.
El buen amigo Julio ayuda a subirme, mientras que yo, un poco inconsciente, me aferro a no abordarlo, sin embargo a Julio no le cuesta tanto trabajo; será por que no soy el primer borracho que se le cruza en su camino, por lo que la fuerza de sus brazos hacían constar esta afirmación.
El taxista, un hombre canoso, delgado, cuyo rostro pareciera estar atento a la situación, así mismo demostraba ser una persona muy preocupada; esperaba a que abordara el transporte muy paciente. Sólo nos observaba a detalle hasta que se cierra la puerta del auto, y el chofer hacer avanzarlo.
-A donde lo llevo joven - Inicia la conversación el taxista.
-A la perdición,¡¡ Lléveme al carajo!! – le respondo
Al fondo de esta conversación sólo se escucha la canción del Trío los Panchos Sin ti.
-Joven, ¿en dónde es su casa? – Insiste el viejo
-Mi casa, mi casa, mi jodida casa está en la Nueva Atzacoalco – le respondo al viejo mientras que mi cabeza se tambalea de uno a otro lado.
Me asomo a ver la ventana, y miro todo mi borroso alrededor, en el que siendo casi las dos de la mañana según mi reloj, la vida nocturna de esta ciudad.
-Pues el camino es largo joven, ¿qué lo tiene así?
-Su pinche música de anciano- le espeté, aunque la música me importaba un carajo, necesitaba desquitar el doble coraje, el dolor provocado por la más perra de las zorras que puede haber en este mundo y por la falta de alcohol.
-Ya, ya. ¿Qué le hizo?
-¿Que qué me hizo?- dije mientras me limpiaba a medias la baba que había salido como un hilillo que mojó toda la solapa del smoking
- No es lo que me hizo- dije mientras el grito se convertía en sollozo- es todo lo que me ha pasado.
Por principio de cuentas perdí mi trabajo hace una semana, sin razón la compañía quebró y estoy engrosando las putas filas del desempleo del pinche presidente disque del empleo.
-Pues yo tengo otro taxi, por si le interesa.
No escuché eso, estaba demasiado inmerso en el recuerdo, no me interesaba en lo más mínimo lo que dijera el taxista.
-Después ella llegó, tarde, pero llegó, todo iba bien, normal, como se puede esperar. Nos juramos amor eterno, nos besamos y siguieron las pendejadas de las fotos. Nos fuimos a la fiesta y ella se desapareció después del brindis, no la encontraba por ningún lado y fui a buscarla.
-Fue entonces cuando entré al vestidor del salón, ahí estaba, prensada de sus brazos, la muy puta.
-Uy, joven. ¡que mala mujer!
-No, más bien ¡que poca madre!
-Tiene razón, mire que engañarlo el día de su boda, creo que sería mejor mentársela. Si mi esposa me engañara después de mis horarios, digo, la entendería, me enojaría y le rompería la cara, pero la entendería, aguantar veinte años al mismo hombre, no debe ser fácil.
-Es que eso es lo peor.
-¿A qué se refiere, joven?
-A que me engañó con sangre de mi sangre… nunca me imaginé que pudieran ser tan mierdas.
-¿Y qué hizo cuando vio lo que pasaba?
-Me salí del vestidor y corrí al baño, no lo podía creer, ¡era imposible! ¡Después de toda la pinche faramalla hacer esas mamadas!
-¿Y luego, qué pasó?
-Pues me tranquilicé y decidí matarla.
Las manos volvieron a palpitarme como en el momento en el que veía sus ojos suplicantes, después de que le pedí un momento a solas para hablar, nos salimos del salón y le pedí que me acompañara a fumar un cigarro, ella aceptó sin decir nada, no se imaginaba que sabía.
-Entonces le dije que la había visto, mi hermana no atinó a decir nada sólo tartamudeaba una disculpa, la tomé por el cuello y la estrangulé, disfruté ver sus ojos mientras moría.
-¿Y no los buscaron cuando se tardaron?
-¿Por qué habrían de buscarnos? Finalmente era normal el desaparecer en las bodas, después de un rato nadie sabe donde anda uno
- Cuando sucedió todo pensé “Esto no está pasando, ¡no mames! Estoy hablando conmigo, pero tú tienes veinte años más que yo, seguro son las copas y el elefante blanco que ha de existir, es un sueño.”
-Sólo en la noche de bodas… un poco de sexo para intentar explicarme lo que había sucedido, pero no podías dejar de pensar en la situación, por que mi hermana se cogió a mi esposa por tan sólo unas copas de vino, ¡¡que va!! ¡Todo quedó en familia! de pronto me golpeo en la cabeza y quedé inconsciente, desperté en una ambulancia.
-Pero… despierto y pareciera no tener ningún golpe… Una semana en el hospital a causa de un traumatismo provocado por mi inconsciente.
-Interesante historia joven- responde sarcásticamente
-¡Claro que no! Bueno no del todo, mi vida es una vasca, ya no sé que hacer de ella, no me puedo perdonar-. Una risa macabra me hizo estremecer.
- Pues, en eso tienes razón, Carlos, es un poco difícil… pero no hay nada que no se pueda en esta vida, verás que encontrarás un buen motivo de vida, aunque nadie se haya percatado de que asesinaste a tu hermana y mataste a tu recién esposa, en el hotel antes de cogértela.
-¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo sabe todo eso?- Observo al viejo del volante sorprendido y pienso que es un desvarío de mi parte, y que seguro es por las copas de Anís Mico que me he aventado durante todo el día.
- Mira mi tarjetón de taxista- me responde seguida de una risa tan convincente.
Mi visibilidad no era tan buena, por sobre todo el llanto que sostuve mientras platicaba con el bar tender, pero lo que vi no lo podía creer, era mi nombre, mis ojos oscuros, era yo, sólo esas arrugas, esos consejos me los estaba dando yo.
-Todo pasa, incluso el remordimiento de matar a tu propia hermana por haber enamorado a tu mujer- Responde con una sonrisa amigable, mientras que me deja a mi lugar de destino, lugar que nunca comenté a donde ir, pero que sabía en qué momento llegar.
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sábado, 15 de mayo de 2010
Todo pasa
Yuquiabe Romero
Mario Alavez
El antro estaba atestado de gente, las luces intermitentes y la música a todo volumen, hacía un ambiente perfecto para mí, perdido en el anonimato, caminando sin detenerme entre la gente, siendo golpeado sin intención, derramando charquitos de vodka por todo el lugar.
Quería perderme en alcohol, quería dejar de saber de mi vida, al menos por el fin de semana, no tenía idea de cómo regresaría a mi casa, no sabía siquiera si podía dejar de beber.
La noche transcurría entre fantasmas multicolor, gente que bailaba, que ligaba, entraban y salían del baño, gente con los ojos perdidos, medianamente ebrios, que balbuceaban, peleaban con el aire o reían sin razón alguna.
El aire comenzaba a ser vicioso. Otro más. ¿cuántos van? Ya no sé, todo se nubla, los fantasmas ahora son amorfos, las luces son más intensas y más veloces, siento nauseas.
¿Sigues conmigo? Me preguntó Julio, el confidente desconocido detrás de la barra, el que sabe todas las historias, el psicólogo que se conforma con cien pesos de propina.
Si, si, dije manoteando torpemente, mientras hacía la seña de que me sirviera otro, mientras él se negaba yo insistí y le puse el dinero en la mesa, lo tomó y me sirvió el trago siguiente.
Me estaba gastando la mitad de mi liquidación en alcohol y no era siquiera la una de la mañana, estaba desesperado, abandonado, ni siquiera podía llorar, me sentía vacío.
Tuvieron que sacarme a rastras del bar, entre el suelo mojado, el mismo Julio me pidió un taxi.
Pasó más de media hora y por fin se detuvo uno, en el que por su apariencia, un carro casi destartalado, un Sedán de esos que ahora escasean en la Ciudad de México, pero que aún seguía andante, a paso lento pero constante.
El buen amigo Julio ayuda a subirme, mientras que yo, un poco inconsciente, me aferro a no abordarlo, sin embargo a Julio no le cuesta tanto trabajo; será por que no soy el primer borracho que se le cruza en su camino, por lo que la fuerza de sus brazos hacían constar esta afirmación.
El taxista, un hombre canoso, delgado, cuyo rostro pareciera estar atento a la situación, así mismo demostraba ser una persona muy preocupada; esperaba a que abordara el transporte muy paciente. Sólo nos observaba a detalle hasta que se cierra la puerta del auto, y el chofer hacer avanzarlo.
-A donde lo llevo joven - Inicia la conversación el taxista.
-A la perdición,¡¡ Lléveme al carajo!! – le respondo
Al fondo de esta conversación sólo se escucha la canción del Trío los Panchos Sin ti.
-Joven, ¿en dónde es su casa? – Insiste el viejo
-Mi casa, mi casa, mi jodida casa está en la Nueva Atzacoalco – le respondo al viejo mientras que mi cabeza se tambalea de uno a otro lado.
Me asomo a ver la ventana, y miro todo mi borroso alrededor, en el que siendo casi las dos de la mañana según mi reloj, la vida nocturna de esta ciudad.
-Pues el camino es largo joven, ¿qué lo tiene así?
-Su pinche música de anciano- le espeté, aunque la música me importaba un carajo, necesitaba desquitar el doble coraje, el dolor provocado por la más perra de las zorras que puede haber en este mundo y por la falta de alcohol.
-Ya, ya. ¿Qué le hizo?
-¿Que qué me hizo?- dije mientras me limpiaba a medias la baba que había salido como un hilillo que mojó toda la solapa del smoking
- No es lo que me hizo- dije mientras el grito se convertía en sollozo- es todo lo que me ha pasado.
Por principio de cuentas perdí mi trabajo hace una semana, sin razón la compañía quebró y estoy engrosando las putas filas del desempleo del pinche presidente disque del empleo.
-Pues yo tengo otro taxi, por si le interesa.
No escuché eso, estaba demasiado inmerso en el recuerdo, no me interesaba en lo más mínimo lo que dijera el taxista.
-Después ella llegó, tarde, pero llegó, todo iba bien, normal, como se puede esperar. Nos juramos amor eterno, nos besamos y siguieron las pendejadas de las fotos. Nos fuimos a la fiesta y ella se desapareció después del brindis, no la encontraba por ningún lado y fui a buscarla.
-Fue entonces cuando entré al vestidor del salón, ahí estaba, prensada de sus brazos, la muy puta.
-Uy, joven. ¡que mala mujer!
-No, más bien ¡que poca madre!
-Tiene razón, mire que engañarlo el día de su boda, creo que sería mejor mentársela. Si mi esposa me engañara después de mis horarios, digo, la entendería, me enojaría y le rompería la cara, pero la entendería, aguantar veinte años al mismo hombre, no debe ser fácil.
-Es que eso es lo peor.
-¿A qué se refiere, joven?
-A que me engañó con sangre de mi sangre… nunca me imaginé que pudieran ser tan mierdas.
-¿Y qué hizo cuando vio lo que pasaba?
-Me salí del vestidor y corrí al baño, no lo podía creer, ¡era imposible! ¡Después de toda la pinche faramalla hacer esas mamadas!
-¿Y luego, qué pasó?
-Pues me tranquilicé y decidí matarla.
Las manos volvieron a palpitarme como en el momento en el que veía sus ojos suplicantes, después de que le pedí un momento a solas para hablar, nos salimos del salón y le pedí que me acompañara a fumar un cigarro, ella aceptó sin decir nada, no se imaginaba que sabía.
-Entonces le dije que la había visto, mi hermana no atinó a decir nada sólo tartamudeaba una disculpa, la tomé por el cuello y la estrangulé, disfruté ver sus ojos mientras moría.
-¿Y no los buscaron cuando se tardaron?
-¿Por qué habrían de buscarnos? Finalmente era normal el desaparecer en las bodas, después de un rato nadie sabe donde anda uno
- Cuando sucedió todo pensé “Esto no está pasando, ¡no mames! Estoy hablando conmigo, pero tú tienes veinte años más que yo, seguro son las copas y el elefante blanco que ha de existir, es un sueño.”
-Sólo en la noche de bodas… un poco de sexo para intentar explicarme lo que había sucedido, pero no podías dejar de pensar en la situación, por que mi hermana se cogió a mi esposa por tan sólo unas copas de vino, ¡¡que va!! ¡Todo quedó en familia! de pronto me golpeo en la cabeza y quedé inconsciente, desperté en una ambulancia.
-Pero… despierto y pareciera no tener ningún golpe… Una semana en el hospital a causa de un traumatismo provocado por mi inconsciente.
-Interesante historia joven- responde sarcásticamente
-¡Claro que no! Bueno no del todo, mi vida es una vasca, ya no sé que hacer de ella, no me puedo perdonar-. Una risa macabra me hizo estremecer.
- Pues, en eso tienes razón, Carlos, es un poco difícil… pero no hay nada que no se pueda en esta vida, verás que encontrarás un buen motivo de vida, aunque nadie se haya percatado de que asesinaste a tu hermana y mataste a tu recién esposa, en el hotel antes de cogértela.
-¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo sabe todo eso?- Observo al viejo del volante sorprendido y pienso que es un desvarío de mi parte, y que seguro es por las copas de Anís Mico que me he aventado durante todo el día.
- Mira mi tarjetón de taxista- me responde seguida de una risa tan convincente.
Mi visibilidad no era tan buena, por sobre todo el llanto que sostuve mientras platicaba con el bar tender, pero lo que vi no lo podía creer, era mi nombre, mis ojos oscuros, era yo, sólo esas arrugas, esos consejos me los estaba dando yo.
-Todo pasa, incluso el remordimiento de matar a tu propia hermana por haber enamorado a tu mujer- Responde con una sonrisa amigable, mientras que me deja a mi lugar de destino, lugar que nunca comenté a donde ir, pero que sabía en qué momento llegar.
Mario Alavez
El antro estaba atestado de gente, las luces intermitentes y la música a todo volumen, hacía un ambiente perfecto para mí, perdido en el anonimato, caminando sin detenerme entre la gente, siendo golpeado sin intención, derramando charquitos de vodka por todo el lugar.
Quería perderme en alcohol, quería dejar de saber de mi vida, al menos por el fin de semana, no tenía idea de cómo regresaría a mi casa, no sabía siquiera si podía dejar de beber.
La noche transcurría entre fantasmas multicolor, gente que bailaba, que ligaba, entraban y salían del baño, gente con los ojos perdidos, medianamente ebrios, que balbuceaban, peleaban con el aire o reían sin razón alguna.
El aire comenzaba a ser vicioso. Otro más. ¿cuántos van? Ya no sé, todo se nubla, los fantasmas ahora son amorfos, las luces son más intensas y más veloces, siento nauseas.
¿Sigues conmigo? Me preguntó Julio, el confidente desconocido detrás de la barra, el que sabe todas las historias, el psicólogo que se conforma con cien pesos de propina.
Si, si, dije manoteando torpemente, mientras hacía la seña de que me sirviera otro, mientras él se negaba yo insistí y le puse el dinero en la mesa, lo tomó y me sirvió el trago siguiente.
Me estaba gastando la mitad de mi liquidación en alcohol y no era siquiera la una de la mañana, estaba desesperado, abandonado, ni siquiera podía llorar, me sentía vacío.
Tuvieron que sacarme a rastras del bar, entre el suelo mojado, el mismo Julio me pidió un taxi.
Pasó más de media hora y por fin se detuvo uno, en el que por su apariencia, un carro casi destartalado, un Sedán de esos que ahora escasean en la Ciudad de México, pero que aún seguía andante, a paso lento pero constante.
El buen amigo Julio ayuda a subirme, mientras que yo, un poco inconsciente, me aferro a no abordarlo, sin embargo a Julio no le cuesta tanto trabajo; será por que no soy el primer borracho que se le cruza en su camino, por lo que la fuerza de sus brazos hacían constar esta afirmación.
El taxista, un hombre canoso, delgado, cuyo rostro pareciera estar atento a la situación, así mismo demostraba ser una persona muy preocupada; esperaba a que abordara el transporte muy paciente. Sólo nos observaba a detalle hasta que se cierra la puerta del auto, y el chofer hacer avanzarlo.
-A donde lo llevo joven - Inicia la conversación el taxista.
-A la perdición,¡¡ Lléveme al carajo!! – le respondo
Al fondo de esta conversación sólo se escucha la canción del Trío los Panchos Sin ti.
-Joven, ¿en dónde es su casa? – Insiste el viejo
-Mi casa, mi casa, mi jodida casa está en la Nueva Atzacoalco – le respondo al viejo mientras que mi cabeza se tambalea de uno a otro lado.
Me asomo a ver la ventana, y miro todo mi borroso alrededor, en el que siendo casi las dos de la mañana según mi reloj, la vida nocturna de esta ciudad.
-Pues el camino es largo joven, ¿qué lo tiene así?
-Su pinche música de anciano- le espeté, aunque la música me importaba un carajo, necesitaba desquitar el doble coraje, el dolor provocado por la más perra de las zorras que puede haber en este mundo y por la falta de alcohol.
-Ya, ya. ¿Qué le hizo?
-¿Que qué me hizo?- dije mientras me limpiaba a medias la baba que había salido como un hilillo que mojó toda la solapa del smoking
- No es lo que me hizo- dije mientras el grito se convertía en sollozo- es todo lo que me ha pasado.
Por principio de cuentas perdí mi trabajo hace una semana, sin razón la compañía quebró y estoy engrosando las putas filas del desempleo del pinche presidente disque del empleo.
-Pues yo tengo otro taxi, por si le interesa.
No escuché eso, estaba demasiado inmerso en el recuerdo, no me interesaba en lo más mínimo lo que dijera el taxista.
-Después ella llegó, tarde, pero llegó, todo iba bien, normal, como se puede esperar. Nos juramos amor eterno, nos besamos y siguieron las pendejadas de las fotos. Nos fuimos a la fiesta y ella se desapareció después del brindis, no la encontraba por ningún lado y fui a buscarla.
-Fue entonces cuando entré al vestidor del salón, ahí estaba, prensada de sus brazos, la muy puta.
-Uy, joven. ¡que mala mujer!
-No, más bien ¡que poca madre!
-Tiene razón, mire que engañarlo el día de su boda, creo que sería mejor mentársela. Si mi esposa me engañara después de mis horarios, digo, la entendería, me enojaría y le rompería la cara, pero la entendería, aguantar veinte años al mismo hombre, no debe ser fácil.
-Es que eso es lo peor.
-¿A qué se refiere, joven?
-A que me engañó con sangre de mi sangre… nunca me imaginé que pudieran ser tan mierdas.
-¿Y qué hizo cuando vio lo que pasaba?
-Me salí del vestidor y corrí al baño, no lo podía creer, ¡era imposible! ¡Después de toda la pinche faramalla hacer esas mamadas!
-¿Y luego, qué pasó?
-Pues me tranquilicé y decidí matarla.
Las manos volvieron a palpitarme como en el momento en el que veía sus ojos suplicantes, después de que le pedí un momento a solas para hablar, nos salimos del salón y le pedí que me acompañara a fumar un cigarro, ella aceptó sin decir nada, no se imaginaba que sabía.
-Entonces le dije que la había visto, mi hermana no atinó a decir nada sólo tartamudeaba una disculpa, la tomé por el cuello y la estrangulé, disfruté ver sus ojos mientras moría.
-¿Y no los buscaron cuando se tardaron?
-¿Por qué habrían de buscarnos? Finalmente era normal el desaparecer en las bodas, después de un rato nadie sabe donde anda uno
- Cuando sucedió todo pensé “Esto no está pasando, ¡no mames! Estoy hablando conmigo, pero tú tienes veinte años más que yo, seguro son las copas y el elefante blanco que ha de existir, es un sueño.”
-Sólo en la noche de bodas… un poco de sexo para intentar explicarme lo que había sucedido, pero no podías dejar de pensar en la situación, por que mi hermana se cogió a mi esposa por tan sólo unas copas de vino, ¡¡que va!! ¡Todo quedó en familia! de pronto me golpeo en la cabeza y quedé inconsciente, desperté en una ambulancia.
-Pero… despierto y pareciera no tener ningún golpe… Una semana en el hospital a causa de un traumatismo provocado por mi inconsciente.
-Interesante historia joven- responde sarcásticamente
-¡Claro que no! Bueno no del todo, mi vida es una vasca, ya no sé que hacer de ella, no me puedo perdonar-. Una risa macabra me hizo estremecer.
- Pues, en eso tienes razón, Carlos, es un poco difícil… pero no hay nada que no se pueda en esta vida, verás que encontrarás un buen motivo de vida, aunque nadie se haya percatado de que asesinaste a tu hermana y mataste a tu recién esposa, en el hotel antes de cogértela.
-¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo sabe todo eso?- Observo al viejo del volante sorprendido y pienso que es un desvarío de mi parte, y que seguro es por las copas de Anís Mico que me he aventado durante todo el día.
- Mira mi tarjetón de taxista- me responde seguida de una risa tan convincente.
Mi visibilidad no era tan buena, por sobre todo el llanto que sostuve mientras platicaba con el bar tender, pero lo que vi no lo podía creer, era mi nombre, mis ojos oscuros, era yo, sólo esas arrugas, esos consejos me los estaba dando yo.
-Todo pasa, incluso el remordimiento de matar a tu propia hermana por haber enamorado a tu mujer- Responde con una sonrisa amigable, mientras que me deja a mi lugar de destino, lugar que nunca comenté a donde ir, pero que sabía en qué momento llegar.
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- COLABORADORES: Yuquiabe Romero, Ludyv Vogel, Danae Herrera, Jonathan González, Lorena Soto, Famorez, Erick Carpinteyro, Etoile, Graciela Sanchez, Christian Pérez, Astrid García Quintero, Aabyé Vargas, Isaac Delgado, Richy Espinoza, Ana Lilia Chávez Maturano, Aarón Zoé Guadarrama Becerril, Mario Alavéz, Kraken TV y Adonay E. Romero.
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