
por Yuquiabe Romero
La rosa blanca más visible en el desierto
Puede compararse contigo,
Aún en tu espejo renaciente
Dices ser un poderoso zar.
Tu disfraz empañado y barato no engaña
Al rojo olivo ni a la encantadora nocturna,
Y mis hermosos astutos llegan bailando,
Sarcástico momento por el espejismo perdido en el ocaso
La sonrojada situación controla
Y tú ignoras los pasos fúnebres,
Ni por las sublimes y grandes lámparas encendidas.
Invisible te quedas.
¡Maldita¡ la oscuridad de infancia prolongada,
Algo más que la presencia de tu autor generoso.
Haciéndote amigo del más fiel servidor:
La pared repleta de escombros de antaño.
Decepción agonizante y chillona,
No permite continuar con la más estruendosa
Imagen del espacio radical.
Ahora mi rey desdén comanda,
Y no hay vuelta atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario